sábado, 28 de junio de 2008

El Discurso del método psicoanalítico

Texto de Dominique Scarfonte

Si vamos a hablar de «paisaje psicoanalítico», ¿cómo no evocar a Lacan? En seguida la comparación con Laplanche se impone, no para medir el «peso» respectivo de Lacan y Laplanche -lo que resultaría vano y hasta pueril- sino para señalar de entrada la diferencia esencial entre el uso lacaniano del texto de Freud y el trabajo que opera Laplanche. Lacan, gran lector de Freud, apeló como sabemos a un «retorno a Freud». Retorno necesario, en efecto, pero que en ocasiones fue para Lacan un recurso, en el sentido de que esa referencia a Freud le sirvió para hacer pasar por freudianas unas sentencias en realidad bien lacanianas. La posición de Laplanche es muy distinta: su retorno sobre Freud, con las armas del método freudiano, intenta introducir un cuestionamiento fundamental en el seno del texto freudiano mismo. En el caso de Laplanche, la cita de Freud no es garantía de nada; es sólo lo que nos hace pensar y lo que se somete al trabajo psicoanalítico. A diferencia de Lacan, Laplanche no intenta enrolar al psicoanálisis bajo la bandera de una ciencia piloto, lingüística o matemática, ni tampoco «volcar toda la moneda de Freud en su propia escalera»[1]. Más bien muestra las múltiples corrientes, en ocasiones divergentes y hasta contradictorias, que atraviesan la obra de Freud, sin obligarse siempre a elegir. Lo que no le impide operar, en ciertos momentos decisivos, elecciones determinantes, pero reivindicándolas claramente en su propio nombre. Para Laplanche no se trata de establecer el «verdadero» sentido de los escritos de Freud; es al método freudiano al que hay que permanecer fiel, si es necesario contra Freud mismo. Fidelidad al método que, sin embargo, no es un fin en sí mismo: con ese método indisolublemente ligado a la situación analítica, se trata de poner a trabajar la invención freudiana para seguir respondiendo a laexigencia freudiana, o sea cercar ese objeto cuya búsqueda puso en movimiento el pensamiento de Freud: el inconsciente en su realismo.

En el transcurso de esta búsqueda, Jean Laplanche nos enseña sobre todo a leer a Freud y, de ese modo, a pensar el psicoanálisis. El acto principal consiste en redirigir el método analítico hacia la obra freudiana misma para hacerla hablar mejor, para profundizar en sus cuestionamientos, incluso para informar sobre sus ambigüedades y contradicciones, sobre las dudas y aporías freudianas. Se trata de de una lectura a la vez literal, crítica e interpretativa[2]. Laplanche llama a esto hacer trabajar el texto y los conceptos freudianos, incluso hacerlos chirriar, devolverles el alma. Y es cierto que el trabajo de Laplanche trata de hacer aflorar el alma del psicoanálisis, de especificar lo que constituye el movimiento propio del psicoanálisis por relación a los campos que le son conexos. Pero a este «devolver el alma» no hay que entenderlo en el sentido de una dicotomía alma-cuerpo, que Laplanche rechaza absolutamente mostrando que la línea de demarcación pasa entre lo autoconservativo y lo sexual, ambos formados por componentes somáticos y psíquicos. El alma, el motor del descubrimiento freudiano, es aquello que habrá que rescatar y reafirmar mediante un trabajo previo de descomposición de la «forma» (Gestalt) teórica y de desmantelamiento del discurso manifiesto de Freud y sus sucesores.

Si este «devolver el alma» suena un poco agresivo o violento es porque, en efecto, hay una cierta violencia en la crítica laplanchiana: contra la satisfacción dogmática que trataría el texto freudiano como un texto sagrado, intocable; también contra una teoría que no se cansa de multiplicar las hipótesis ad hoc sin preocuparse por su relación con el resto del edificio teórico. Es en este sentido que Laplanche llamará a una revolución copernicana permanente en psicoanálisis: en primer lugar, yendo al encuentro de la cultura de las «pequeñas diferencias», análoga a la multiplicación de mecanismos adventicios en el sistema del cielo ptolemaico; en segundo lugar, y de forma más fundamental, criticando, en la mayor parte de teorías psicoanalíticas dominantes, un recentramiento sobre el yo o sobre el sí-mismo, un ipsocentrismo análogo al geocentrismo ptolemaico, cuando en lo esencial el descubrimiento de Freud señaló un descentramiento similar al operado por Copérnico. Este segundo problema es el más fundamental de los dos: en la medida en que diversas teorizaciones psicoanalíticas se construyen alrededor de un inconsciente que, incluso habiendo destronado al yo, es colocado en el centro del individuo o del sí mismo (ipse) –convirtiéndose así en un centro familiar –, esas teorías deben multiplicar los conceptos y los mecanismos con el fin de compensar, hasta donde sea posible, una insuficiencia en la concepción de ese extranjero radical que constituye el inconsciente.

Leer a Freud y pensar el psicoanálisis es, en Laplanche, un recorrido unitario, ya que leer a Freud como lo hace Laplanche, utilizando el método freudiano, no apunta a hacer un comentario escolástico sino a abrir una problemática cuyo desarrollo, en ocasiones, desemboca en reformulaciones teóricas mayores. Consiste en hacer aflorar una multiplicidad de pistas que se trata de seguir lo más lejos posible para ver a dónde nos llevan, sin renunciar a aplicarles, si fuera necesario, una crítica radical. Apoyándose en intuiciones freudianas esenciales, Laplanche concibe los lugares de la experiencia psicoanalítica como lugares donde se opera una detraducción del texto, condición necesaria para una retraducción que aporte una versión menos rígida, más abierta.

En Interpretar [con] Freud, especie de texto-programa publicado en 1968, encontramos la primera exposición de Laplanche acerca de lo esencial de su método[3]. Propone, en esencia, que el trabajo analítico sea operado sobre una obra escrita. Ahora bien, aquí trabajo psicoanalítico significa llevar a cabo, fuera del marco de la sesión, la aplicación de la regla fundamental establecida por Freud: asociación libre del lado del paciente, atención libremente flotante del lado del analista. ¿Cómo encontrar fuera de la cura las asociaciones libres y la atención flotante? « Surcar la obra en todos los sentidos, sin omitir ni privilegiar nada a priori, es tal vez para nosotros el equivalente de la regla fundamental de la cura»[4], escribe Laplanche. Por medio de asociaciones y siguiendo vías diversas, por deconstrucción, se trata de proceder a una disolución de la forma deliberada del texto – este es un primer sentido de la palabra análisis –, una disolución en cuyo horizonte puede dibujarse otra realidad[5]. En la cura, esa otra realidad se llama fantasía inconsciente. En el trabajo del texto freudiano, el método no conduce a las fantasías del hombre Freud, ni a un «inconsciente del texto», sino a una actualización de las exigencias planteadas por el objeto mismo de la búsqueda freudiana, exigencias que desviaron el camino del investigador haciéndole dar vueltas y rodeos, y que en ocasiones hasta parecen extraviarle. El método no sólo está adaptado al objeto, comenta Laplanche, sino que es orientado, imantado por él[6].

Insistamos en el hecho de que estas cuestiones no son manías de «freudólogo» sino que tienen una importancia capital para el psicoanálisis. En tiempos de unas neurociencias y un cognitivismo triunfantes, en tiempos de un ardiente cuestionamiento de la credibilidad tanto de Freud como de sus sucesores, el trabajo llevado a cabo por Laplanche desde hace años nos provee los instrumentos básicos para una demarcación del campo específico de la investigación psicoanalítica y de su legitimidad científica. Especificar el objeto del psicoanálisis es, al mismo tiempo, delimitar el campo de competencias de aquéllos que lo practican, tanto en el plano de la clínica como en el de la práctica teórica. Más adelante[7]veremos lo que hay que entender, con Laplanche, por objeto y campo específicos del psicoanálisis. Por el momento contentémonos con señalar que Freud mismo, al intentar definir el psicoanálisis, puso en primer plano al método: Siendo en primer lugar unmétodo de investigación de fenómenos psíquicos de otro modo inaccesibles, el psicoanálisis sería, en segundo lugar, un método psicoterapéutico fundado sobre el método de investigación y, finalmente, un conjunto teórico adquirido por ese método de investigación y de tratamiento. Esta insistencia en el método es esencial en tanto permite al psicoanálisis preservarse de la tentación doctrinaria. Definir el psicoanálisis como método es acordar que la teoría misma estaría sujeta al trabajo metódico o, como dirá Laplanche más tarde, que ella constituye uno de los lugares de la experiencia psicoanalítica. Podemos decir, yendo un poco rápido, que Jean Laplanche tomó medidas en relación a lo que, más que una posibilidad, constituye una necesidad esencial del psicoanálisis: reexaminar sus propios fundamentos teniendo en cuenta todo lo que, en la teoría constituida de una época, puede –a la manera de cualquier formación consciente- obstaculizar, colocarse como una resistencia en el camino de acceso al inconciente.

Podemos constatar los primeros resultados de la puesta en práctica de este método en dos trabajos que marcaron época, ambos realizados en colaboración con J. -B. Pontalis: elDiccionario de psicoanálisis, obra que treinta años después de su primera edición aún sigue siendo una herramienta de trabajo indispensable para todo psicoanalista o lector de Freud, y «Fantasía originaria, fantasías de los orígenes, origen de la fantasía»[8]. El recorrido de la obra de Freud en todos los sentidos puso de relieve, en esas dos obras, conceptos indispensables para la comprensión de la obra freudiana. Après-coupencontraremos ahí indicados, en puntilleo o con todas sus letras, los temas que ocuparán a Laplanche en los años siguientes, en particular el del apuntalamiento y aquél, más vasto, de la teoría de la seducción. Escritos mayores pondrán los puntos sobre las íes en estos problemas, estrechando la investigación antes de relanzarla a una búsqueda más abierta. Vida y muerte en psicoanálisis, aparecido en 1970, puede ser visto como un cierre, una puesta a punto en lo que concierne al problema del apuntalamiento, cierre que, con arreglo al Diccionario de psicoanálisis, sigue ese recorrido de la obra de Freud en todos los sentidos. Después de Vida y muerte, en el marco de su enseñanza universitaria, Laplanche se lanzará a una nueva fase en la expansión de su investigación, explorando sin orden aparente diversas Problemáticas[9] antes de volver a cerrar, en 1987, con Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción originaria. Tras esta obra nodal muchos otros temas serán objeto de investigación y reflexión por su parte, y la aparición reciente de La révolution copernicienne inachevée[10] nos permite verificar la descripción que el propio Laplanche hace del movimiento en espiral de su pensamiento, pasando sucesivamente por la vertical de los mismos puntos pero con un desplazamiento de la cuestión en cada nueva curva. Por ejemplo, muchos años después de «Interpretar [con] Freud»[11] volvemos a encontrar el debate que mantiene con la hermenéutica y que inició allá por el año 1960 en su intervención (en colaboración con Serge Leclaire) en el Coloquio de Bonneval sobre el inconciente: «El inconciente, un estudio psicoanalítico»[12].

Este estudio de 1960 ilustra, de paso, otro aspecto del trabajo de Jean Laplanche, en la misma línea de lo que decíamos a propósito del método: muestra que podemos asumir una herencia teórica sin quedar presos, sin renunciar a un pensamiento propio. Así, Laplanche fue analizado por Lacan y se contó entre sus más brillantes discípulos; podemos decir que, en el momento de ese histórico Coloquio de Bonneval, representaba junto a su amigo Serge Leclaire la corriente teórica identificada con Lacan. Pero ello no le impidió, ya desde aquella época, tomar una distancia teórica respecto del Maestro para desarrollar una investigación original. Trabajando a partir de herramientas tomadas por Lacan de la lingüística saussuriana, Laplanche llevará a cabo, en las secciones del texto escritas por él, una reflexión del todo personal, desmarcándose de la posición de Lacan para quien el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Esta posición lacaniana de una homología entre lenguaje e inconsciente fue criticada por Laplanche de manera nada equívoca y muy fiel a… Freud. La sección IV, que sigue a aquélla desarrollada por Leclaire, lleva por título «El inconsciente es la condición del lenguaje. Interdependencia de los sistemas preconsciente e inconsciente». Y en seguida Laplanche prosigue: «El análisis precedente [el del “sueño del unicornio”, aportado y analizado por Leclaire en la más estricta deuda lacaniana] conduciría, siguiendo a J. Lacan, a identificar lo que Freud denomina proceso primario, la libre circulación de energía libidinal siguiendo las vías del desplazamiento y la condensación, con las leyes fundamentales de la lingüística. Quedándonos en una concepción tan simple tropezaríamos con las mayores objeciones, que ya encontramos expuestas en Freud mismo»[13]. Después de haber recordado las concepciones freudianas sobre la relación entre lenguaje y tópica psíquica, así como el hecho de que el lenguaje que funciona al modo del proceso primario no es el lenguaje en general sino el lenguaje del esquizofrénico, Laplanche avanza: «Indiquemos de entrada la idea directriz del resto de nuestro desarrollo: [el] lastre que reduce el lenguaje al reino exclusivo del proceso primario… es precisamente la existencia de la cadena inconsciente»[14]. Texto clásico cuya lectura sigue siendo pertinente hoy en día, «El inconciente, un estudio psicoanalítico» también avanza la presentación de algunos de los grandes ejes de la investigación laplanchiana subsiguiente: la represión originaria, la constitución del inconciente, el realismo del inconciente.



* Extracto del libro Jean Laplanche, Psychanalystes d’aujourd’hui, París, PUF, 1997.

[1] Vie et mort en psychanalyse, Flammarion, 1970,  p.12. [Vida y muerte en psicoanálisis, Buenos Aires: Amorrortu, p. 12]

[2] Vie et mort en psychanalyse, op. cit,  p. 10-12. [Vida y muerte en psicoanálisis, op. cit, p. 10-12].

[3] La révolution copernicienne anachevée (Travaux 1965-1992), Aubier, 1992, p. 21-36 [En  Interpretar [con] Freud y otros ensayos, Nueva Visión, 1978., p. 21-36 ].

[4] La révolution copernicienne…op. cit., p. 33. [«Interpretar [con] Freud», op. cit., p. 33].

[5] Ponctuation, in La révolution copernicienne…op. cit., p.xiv [En La prioridad del otro en psicoanálisis, Amorrortu, 1996, p. 20].

[6] Le fourvoiement biologisant de la sexualité chez Freud, Synthélabo, 1993, p. 7-9 [El extavío biologizante de la sexualidad en Freud, Amorrortu, 1998, p. 12-14.]

[7] [Remitimos al lector interesado a la obra de D. Scarfone  (Cf.  más arriba), de la que este texto es tan solo un extracto, N. de T.].

[8] Aparecido primero en Les Temps modernes, este texto fue reeditado en 1985 en Hachette, coll. «Textes du XX siècle».

[9] Véase los cinco volúmenes con este título general de Problemáticas [ed. en español: Amorrortu.].

[10] [Recopilación de artículos publicados principalmente en la revista Psychanalyse à l´Université entre 1967-1992.  Los más recientes pueden encontrarse en La prioridad del otro en psicoanálisis, op. cit.]

[11] L´arc, 1968,  34, p. 37- 46.

[12] Cf. en «El inconciente y el ello» Problemáticas IV. , Amorrortu, 1987.

[13] J. Laplanche y S. Leclaire, «L’inconscient, une étude psychanalytique» in Problématiques IV, PUF, p. 296 [«El inconsciente un estudio psicoanalítico», en Problemáticas  IV, p. 283. Lo que aparece entre corchetes fue añadido por D. Scarfone].

[14] Op. cit., p.297 [p. 284.]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado amigo, agradeceríamos que publique la fuente de donde extrajo este texto, es decir, la revista virtual de psicoanálisis: Alter, donde las editoras tenemos el cuidado de citar la referencia completa del mismo, que es la traducción de un pequeño extracto del libro original de Dominique Scarfone: "Jean Laplanche" y cuyo permiso para su publicación en Alter nos fue otorgado, en su momento, por la editorial PUF. Muchas gracias,
Deborah Golergant y Lorenza Escardó