jueves, 3 de julio de 2008

Venir después

Venir después

 

Hay días en los que me digo: los psicoanalistas en realidad no descubrieron gran cosa; sin Freud, sencillamente ni siquiera existirían. No solamente es su padre originario, el fundador de lo que no se atreven a llamar su ciencia –él no vacilaba- y el inventor de lo que no les gusta llamar su profesión –aunque sea lo que les da de comer. Freud es aquel cuyas huellas pisamos. Somos seguidores.

 

Y resulta que uno de esos días marcados por el desencanto de no ser más que un seguidor entre otros seguidores, oigo en la radio a una mujer, psicoanalista también, diciendo con serenidad: “Freud estaba animado por el descubrimiento del inconsciente y no solamente, como les ocurre a los analistas de hoy, de los inconscientes.” La fórmula cae en el lugar indicado. Me seduce, expresa constatación más que desencanto. Es verdad que la ambición no es la misma, es más limitada, pero persiste, sigue viva. Quizá, incluso, yendo al encuentro de los inconscientes en su singularidad, se acerca más a las personas y las neurosis en lo que cada una tiene de único.

 

Sin embargo pienso, como imagino que le pasa a todo analista –y me resulta muy desagradable- que todo lo que hago es adentrarme en caminos ya señalizados. Si nunca hubiera oído hablar de teorías sexuales infantiles o de escena originaria, de pulsión de muerte o de angustia de castración, sin duda lo único que podría hacer es ir a la deriva en un torrente de palabras e imágenes. Sí, pero, ¿y si lo que aprendí me impidiera oír? ¿Y si me aferrara a lo ya nombrado-identificado sólo por miedo a perderme? Una interpretación que surge de lo que sé y no de lo que me conmueve no es una interpretación.

 

No existe un comienzo primero. Freud mismo vino después. Las histéricas vienesas, Juanito, el hombre de las ratas, su propia neurosis, le enseñaron el psicoanálisis. En el campo que sea venimos siempre después y, sin embargo, indefinidamente, comenzamos. Cada análisis, sea cual fuere el número de años de nuestra práctica, es la primera vez.”

 

                                                                                                                      J.B.Pontalis

 

 

 

  

lunes, 30 de junio de 2008

Acerca del Edipo

Laplanche en "Nuevos fundamentos para el psicoanálisis" (1987)  cita a Merleau Ponty: 

"Para Margaret Mead la situación edípica descrita por Freud no es más que una solución particular de un problema que parece universal. Lo que es universal es cierto problema planteado a todas las sociedades por la existencia de padres y de hijos. El hecho universal es que hay niños que comienzan siendo débiles y pequeños, al tiempo que se asocian estrechamente a la vida adulta. El niño es polarizado en las cuestiones sexuales no obstante ser incapaz de ejercer las actividades que caracterizan a un adulto."

Según lo propuesto en esta lectura, la sacrosanta universalidad del edipo deviene una solución (entre otras) al problema planteado por la situación (en este caso universal) de la relación niño-adulto, de la entrada del niño en el universo adulto.

La situación de partida, entonces, o situación originaria, tal como la denomina Laplanche, es la confrontación del recién nacido con el mundo adulto.

Frente a esto, en cierta manera, aun lo que se llama el complejo de Edipo se inclina a cierta contingencia.

¿Qué permanecerá en algunos decenios, en algunos siglos, de un triángulo edípico clásico? ¿Quién puede apostar a las subsistencia del Edipo en que se funda Freud? Pero ¿Quién podría decir, en ese mismo espíritu, que el ser humano no seguiría siendo un ser humano? 

Laplanche arroja el guante que en este momento muchos psicoanalistas recogen, con mayor o menor suerte. Con la mayor, sin dudas, Silvia Bleichmar y su ya clásica distinción entre constitución del psiquismo y constitución de la subjetividad (de la que hablaremos más adelante)

sábado, 28 de junio de 2008

El Discurso del método psicoanalítico

Texto de Dominique Scarfonte

Si vamos a hablar de «paisaje psicoanalítico», ¿cómo no evocar a Lacan? En seguida la comparación con Laplanche se impone, no para medir el «peso» respectivo de Lacan y Laplanche -lo que resultaría vano y hasta pueril- sino para señalar de entrada la diferencia esencial entre el uso lacaniano del texto de Freud y el trabajo que opera Laplanche. Lacan, gran lector de Freud, apeló como sabemos a un «retorno a Freud». Retorno necesario, en efecto, pero que en ocasiones fue para Lacan un recurso, en el sentido de que esa referencia a Freud le sirvió para hacer pasar por freudianas unas sentencias en realidad bien lacanianas. La posición de Laplanche es muy distinta: su retorno sobre Freud, con las armas del método freudiano, intenta introducir un cuestionamiento fundamental en el seno del texto freudiano mismo. En el caso de Laplanche, la cita de Freud no es garantía de nada; es sólo lo que nos hace pensar y lo que se somete al trabajo psicoanalítico. A diferencia de Lacan, Laplanche no intenta enrolar al psicoanálisis bajo la bandera de una ciencia piloto, lingüística o matemática, ni tampoco «volcar toda la moneda de Freud en su propia escalera»[1]. Más bien muestra las múltiples corrientes, en ocasiones divergentes y hasta contradictorias, que atraviesan la obra de Freud, sin obligarse siempre a elegir. Lo que no le impide operar, en ciertos momentos decisivos, elecciones determinantes, pero reivindicándolas claramente en su propio nombre. Para Laplanche no se trata de establecer el «verdadero» sentido de los escritos de Freud; es al método freudiano al que hay que permanecer fiel, si es necesario contra Freud mismo. Fidelidad al método que, sin embargo, no es un fin en sí mismo: con ese método indisolublemente ligado a la situación analítica, se trata de poner a trabajar la invención freudiana para seguir respondiendo a laexigencia freudiana, o sea cercar ese objeto cuya búsqueda puso en movimiento el pensamiento de Freud: el inconsciente en su realismo.

En el transcurso de esta búsqueda, Jean Laplanche nos enseña sobre todo a leer a Freud y, de ese modo, a pensar el psicoanálisis. El acto principal consiste en redirigir el método analítico hacia la obra freudiana misma para hacerla hablar mejor, para profundizar en sus cuestionamientos, incluso para informar sobre sus ambigüedades y contradicciones, sobre las dudas y aporías freudianas. Se trata de de una lectura a la vez literal, crítica e interpretativa[2]. Laplanche llama a esto hacer trabajar el texto y los conceptos freudianos, incluso hacerlos chirriar, devolverles el alma. Y es cierto que el trabajo de Laplanche trata de hacer aflorar el alma del psicoanálisis, de especificar lo que constituye el movimiento propio del psicoanálisis por relación a los campos que le son conexos. Pero a este «devolver el alma» no hay que entenderlo en el sentido de una dicotomía alma-cuerpo, que Laplanche rechaza absolutamente mostrando que la línea de demarcación pasa entre lo autoconservativo y lo sexual, ambos formados por componentes somáticos y psíquicos. El alma, el motor del descubrimiento freudiano, es aquello que habrá que rescatar y reafirmar mediante un trabajo previo de descomposición de la «forma» (Gestalt) teórica y de desmantelamiento del discurso manifiesto de Freud y sus sucesores.

Si este «devolver el alma» suena un poco agresivo o violento es porque, en efecto, hay una cierta violencia en la crítica laplanchiana: contra la satisfacción dogmática que trataría el texto freudiano como un texto sagrado, intocable; también contra una teoría que no se cansa de multiplicar las hipótesis ad hoc sin preocuparse por su relación con el resto del edificio teórico. Es en este sentido que Laplanche llamará a una revolución copernicana permanente en psicoanálisis: en primer lugar, yendo al encuentro de la cultura de las «pequeñas diferencias», análoga a la multiplicación de mecanismos adventicios en el sistema del cielo ptolemaico; en segundo lugar, y de forma más fundamental, criticando, en la mayor parte de teorías psicoanalíticas dominantes, un recentramiento sobre el yo o sobre el sí-mismo, un ipsocentrismo análogo al geocentrismo ptolemaico, cuando en lo esencial el descubrimiento de Freud señaló un descentramiento similar al operado por Copérnico. Este segundo problema es el más fundamental de los dos: en la medida en que diversas teorizaciones psicoanalíticas se construyen alrededor de un inconsciente que, incluso habiendo destronado al yo, es colocado en el centro del individuo o del sí mismo (ipse) –convirtiéndose así en un centro familiar –, esas teorías deben multiplicar los conceptos y los mecanismos con el fin de compensar, hasta donde sea posible, una insuficiencia en la concepción de ese extranjero radical que constituye el inconsciente.

Leer a Freud y pensar el psicoanálisis es, en Laplanche, un recorrido unitario, ya que leer a Freud como lo hace Laplanche, utilizando el método freudiano, no apunta a hacer un comentario escolástico sino a abrir una problemática cuyo desarrollo, en ocasiones, desemboca en reformulaciones teóricas mayores. Consiste en hacer aflorar una multiplicidad de pistas que se trata de seguir lo más lejos posible para ver a dónde nos llevan, sin renunciar a aplicarles, si fuera necesario, una crítica radical. Apoyándose en intuiciones freudianas esenciales, Laplanche concibe los lugares de la experiencia psicoanalítica como lugares donde se opera una detraducción del texto, condición necesaria para una retraducción que aporte una versión menos rígida, más abierta.

En Interpretar [con] Freud, especie de texto-programa publicado en 1968, encontramos la primera exposición de Laplanche acerca de lo esencial de su método[3]. Propone, en esencia, que el trabajo analítico sea operado sobre una obra escrita. Ahora bien, aquí trabajo psicoanalítico significa llevar a cabo, fuera del marco de la sesión, la aplicación de la regla fundamental establecida por Freud: asociación libre del lado del paciente, atención libremente flotante del lado del analista. ¿Cómo encontrar fuera de la cura las asociaciones libres y la atención flotante? « Surcar la obra en todos los sentidos, sin omitir ni privilegiar nada a priori, es tal vez para nosotros el equivalente de la regla fundamental de la cura»[4], escribe Laplanche. Por medio de asociaciones y siguiendo vías diversas, por deconstrucción, se trata de proceder a una disolución de la forma deliberada del texto – este es un primer sentido de la palabra análisis –, una disolución en cuyo horizonte puede dibujarse otra realidad[5]. En la cura, esa otra realidad se llama fantasía inconsciente. En el trabajo del texto freudiano, el método no conduce a las fantasías del hombre Freud, ni a un «inconsciente del texto», sino a una actualización de las exigencias planteadas por el objeto mismo de la búsqueda freudiana, exigencias que desviaron el camino del investigador haciéndole dar vueltas y rodeos, y que en ocasiones hasta parecen extraviarle. El método no sólo está adaptado al objeto, comenta Laplanche, sino que es orientado, imantado por él[6].

Insistamos en el hecho de que estas cuestiones no son manías de «freudólogo» sino que tienen una importancia capital para el psicoanálisis. En tiempos de unas neurociencias y un cognitivismo triunfantes, en tiempos de un ardiente cuestionamiento de la credibilidad tanto de Freud como de sus sucesores, el trabajo llevado a cabo por Laplanche desde hace años nos provee los instrumentos básicos para una demarcación del campo específico de la investigación psicoanalítica y de su legitimidad científica. Especificar el objeto del psicoanálisis es, al mismo tiempo, delimitar el campo de competencias de aquéllos que lo practican, tanto en el plano de la clínica como en el de la práctica teórica. Más adelante[7]veremos lo que hay que entender, con Laplanche, por objeto y campo específicos del psicoanálisis. Por el momento contentémonos con señalar que Freud mismo, al intentar definir el psicoanálisis, puso en primer plano al método: Siendo en primer lugar unmétodo de investigación de fenómenos psíquicos de otro modo inaccesibles, el psicoanálisis sería, en segundo lugar, un método psicoterapéutico fundado sobre el método de investigación y, finalmente, un conjunto teórico adquirido por ese método de investigación y de tratamiento. Esta insistencia en el método es esencial en tanto permite al psicoanálisis preservarse de la tentación doctrinaria. Definir el psicoanálisis como método es acordar que la teoría misma estaría sujeta al trabajo metódico o, como dirá Laplanche más tarde, que ella constituye uno de los lugares de la experiencia psicoanalítica. Podemos decir, yendo un poco rápido, que Jean Laplanche tomó medidas en relación a lo que, más que una posibilidad, constituye una necesidad esencial del psicoanálisis: reexaminar sus propios fundamentos teniendo en cuenta todo lo que, en la teoría constituida de una época, puede –a la manera de cualquier formación consciente- obstaculizar, colocarse como una resistencia en el camino de acceso al inconciente.

Podemos constatar los primeros resultados de la puesta en práctica de este método en dos trabajos que marcaron época, ambos realizados en colaboración con J. -B. Pontalis: elDiccionario de psicoanálisis, obra que treinta años después de su primera edición aún sigue siendo una herramienta de trabajo indispensable para todo psicoanalista o lector de Freud, y «Fantasía originaria, fantasías de los orígenes, origen de la fantasía»[8]. El recorrido de la obra de Freud en todos los sentidos puso de relieve, en esas dos obras, conceptos indispensables para la comprensión de la obra freudiana. Après-coupencontraremos ahí indicados, en puntilleo o con todas sus letras, los temas que ocuparán a Laplanche en los años siguientes, en particular el del apuntalamiento y aquél, más vasto, de la teoría de la seducción. Escritos mayores pondrán los puntos sobre las íes en estos problemas, estrechando la investigación antes de relanzarla a una búsqueda más abierta. Vida y muerte en psicoanálisis, aparecido en 1970, puede ser visto como un cierre, una puesta a punto en lo que concierne al problema del apuntalamiento, cierre que, con arreglo al Diccionario de psicoanálisis, sigue ese recorrido de la obra de Freud en todos los sentidos. Después de Vida y muerte, en el marco de su enseñanza universitaria, Laplanche se lanzará a una nueva fase en la expansión de su investigación, explorando sin orden aparente diversas Problemáticas[9] antes de volver a cerrar, en 1987, con Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción originaria. Tras esta obra nodal muchos otros temas serán objeto de investigación y reflexión por su parte, y la aparición reciente de La révolution copernicienne inachevée[10] nos permite verificar la descripción que el propio Laplanche hace del movimiento en espiral de su pensamiento, pasando sucesivamente por la vertical de los mismos puntos pero con un desplazamiento de la cuestión en cada nueva curva. Por ejemplo, muchos años después de «Interpretar [con] Freud»[11] volvemos a encontrar el debate que mantiene con la hermenéutica y que inició allá por el año 1960 en su intervención (en colaboración con Serge Leclaire) en el Coloquio de Bonneval sobre el inconciente: «El inconciente, un estudio psicoanalítico»[12].

Este estudio de 1960 ilustra, de paso, otro aspecto del trabajo de Jean Laplanche, en la misma línea de lo que decíamos a propósito del método: muestra que podemos asumir una herencia teórica sin quedar presos, sin renunciar a un pensamiento propio. Así, Laplanche fue analizado por Lacan y se contó entre sus más brillantes discípulos; podemos decir que, en el momento de ese histórico Coloquio de Bonneval, representaba junto a su amigo Serge Leclaire la corriente teórica identificada con Lacan. Pero ello no le impidió, ya desde aquella época, tomar una distancia teórica respecto del Maestro para desarrollar una investigación original. Trabajando a partir de herramientas tomadas por Lacan de la lingüística saussuriana, Laplanche llevará a cabo, en las secciones del texto escritas por él, una reflexión del todo personal, desmarcándose de la posición de Lacan para quien el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Esta posición lacaniana de una homología entre lenguaje e inconsciente fue criticada por Laplanche de manera nada equívoca y muy fiel a… Freud. La sección IV, que sigue a aquélla desarrollada por Leclaire, lleva por título «El inconsciente es la condición del lenguaje. Interdependencia de los sistemas preconsciente e inconsciente». Y en seguida Laplanche prosigue: «El análisis precedente [el del “sueño del unicornio”, aportado y analizado por Leclaire en la más estricta deuda lacaniana] conduciría, siguiendo a J. Lacan, a identificar lo que Freud denomina proceso primario, la libre circulación de energía libidinal siguiendo las vías del desplazamiento y la condensación, con las leyes fundamentales de la lingüística. Quedándonos en una concepción tan simple tropezaríamos con las mayores objeciones, que ya encontramos expuestas en Freud mismo»[13]. Después de haber recordado las concepciones freudianas sobre la relación entre lenguaje y tópica psíquica, así como el hecho de que el lenguaje que funciona al modo del proceso primario no es el lenguaje en general sino el lenguaje del esquizofrénico, Laplanche avanza: «Indiquemos de entrada la idea directriz del resto de nuestro desarrollo: [el] lastre que reduce el lenguaje al reino exclusivo del proceso primario… es precisamente la existencia de la cadena inconsciente»[14]. Texto clásico cuya lectura sigue siendo pertinente hoy en día, «El inconciente, un estudio psicoanalítico» también avanza la presentación de algunos de los grandes ejes de la investigación laplanchiana subsiguiente: la represión originaria, la constitución del inconciente, el realismo del inconciente.



* Extracto del libro Jean Laplanche, Psychanalystes d’aujourd’hui, París, PUF, 1997.

[1] Vie et mort en psychanalyse, Flammarion, 1970,  p.12. [Vida y muerte en psicoanálisis, Buenos Aires: Amorrortu, p. 12]

[2] Vie et mort en psychanalyse, op. cit,  p. 10-12. [Vida y muerte en psicoanálisis, op. cit, p. 10-12].

[3] La révolution copernicienne anachevée (Travaux 1965-1992), Aubier, 1992, p. 21-36 [En  Interpretar [con] Freud y otros ensayos, Nueva Visión, 1978., p. 21-36 ].

[4] La révolution copernicienne…op. cit., p. 33. [«Interpretar [con] Freud», op. cit., p. 33].

[5] Ponctuation, in La révolution copernicienne…op. cit., p.xiv [En La prioridad del otro en psicoanálisis, Amorrortu, 1996, p. 20].

[6] Le fourvoiement biologisant de la sexualité chez Freud, Synthélabo, 1993, p. 7-9 [El extavío biologizante de la sexualidad en Freud, Amorrortu, 1998, p. 12-14.]

[7] [Remitimos al lector interesado a la obra de D. Scarfone  (Cf.  más arriba), de la que este texto es tan solo un extracto, N. de T.].

[8] Aparecido primero en Les Temps modernes, este texto fue reeditado en 1985 en Hachette, coll. «Textes du XX siècle».

[9] Véase los cinco volúmenes con este título general de Problemáticas [ed. en español: Amorrortu.].

[10] [Recopilación de artículos publicados principalmente en la revista Psychanalyse à l´Université entre 1967-1992.  Los más recientes pueden encontrarse en La prioridad del otro en psicoanálisis, op. cit.]

[11] L´arc, 1968,  34, p. 37- 46.

[12] Cf. en «El inconciente y el ello» Problemáticas IV. , Amorrortu, 1987.

[13] J. Laplanche y S. Leclaire, «L’inconscient, une étude psychanalytique» in Problématiques IV, PUF, p. 296 [«El inconsciente un estudio psicoanalítico», en Problemáticas  IV, p. 283. Lo que aparece entre corchetes fue añadido por D. Scarfone].

[14] Op. cit., p.297 [p. 284.]

CONFERENCIA LAPLANCHE EN LA UNIVERSIDAD

Conferencia de J. L. en la Facultad de Psicología (U.B.A.), del

S de noviembre de 1990. Organizada como primera actividad

del "Encuentro con J. Laplanche"(realizada ante más de mil

personas).

 

 

EL PROBLEMA DEL PODER

Un psicoanalista viene a hablar de analistas o analistas en

formación y en la Universidad viene a hablar de los universitarios.

Hay entre estas dos propuestas un clivaje, una contradicción o una

dialéctica.

 

No se puede hablar del psicoanálisis en la Universidad sin hacer

alusión a la situación del psicoanálisis en general, en especial al

inmenso poder que representa el psicoanálisis, un poder del cual da

testimonio la difusión cultural a incluso ideológica de sus conceptos.

Para bien o para mal el hombre ha sido cambiado por el psicoanálisis

hasta el punto que se puede hablar del "homo psicoanalítico". Pero el

poder del psicoanálisis no es solamente un poder cultural, es también

un poder concreto que se da por la conjunción y muy a menudo por

la complicidad entre los tres aspectos de la formación: enseñanza,

análisis personal (llamado didáctico) y formación teórico-práctica.

 

Desviaciones recientes, numerosas en todas las escuelas sin

excepción, no pueden dejarnos ignorar que esta marcha hacia el

poder fue inaugurada de inicio por Freud mismo. La palabra alemana

"bindung" es la formación en el sentido noble, pero es sintomático

que Freud hable frecuentemente de "ausbindung", lo que se puede

traducir un poco malignamente por "conformación". El habla a veces

de la formación más adecuada para los analistas o de la conformación

más adecuada para los analistas.

 

Mil hechos son conocidos, otros comienzan a serlo, las historias

personales de Freud progresan. Conocemos la mezcolanza incesante

con fines de poder del análisis, de la interpretación, del

adoctrinamiento, de consejos de lo más contrarios a la regla analítica.

 

Freud hacía, por ejemplo, análisis cortos, algunos de meses y a veces menos, conocemos una de las motivaciones que dio para ello: "Esto

me permite -decía Freud- tener más pacientes y por lo tanto ejercer

una influencia más amplía". Con el cálculo matemático ustedes

pueden muy fácilmente hacer la comparación con otros. Comparemos

seis meses de sesión de cincuenta minutos con sesenta meses de

sesiones de cinco minutos. En el primer caso el paciente no es

"tratado" pero desde el punto de vista de la influencia el resultado es

el mismo: tener diez veces más discípulos, diez veces más

propagadores de la fe.

 

Conocemos la voluntad hegemónica, política de Freud que viene a

coronar todo esto: fundación de una asociación tentacular, con este

secreto: exclusión y escisión.

 

Manejar el análisis de un extremo al otro lleva a la tentación

megalomaníaca que se le proponía a menudo a aquel que buscaba la

posición de poder. Esto no ha sido sino simplificado después de

Freud. La conjunción entre la enseñanza y la cura es continua, el

"clientelismo" es un mal crónico. Regularmente los grupos

psicoanalíticos parten a la conquista del mundo, una conquista que no

repara en utilizar todos los medios. Como en los tiempos de Freud

toda diferencia deviene herejía, toda herejía provoca la exclusión.

 

¿ANALISIS DIDACTICO?

 

En el centro de este problema de poder se sitúa la cuestión del

análisis personal. La exigencia de que todo analista tenga un análisis

personal es absolutamente justificada, sólo que es inaceptable la

elección de este análisis personal -bajo el nombre de análisis

didáctico- para obedecer a los fines de la institución psicoanalítica.

Distingamos entonces análisis bajo demanda y análisis por

encargo. Todo análisis comienza sobre una demanda, una demanda

en primera instancia utilitaria porque se sitúa en el campo de la

autoconservación o adaptación. Las demandas son muy diversas:

sensaciones y síntomas, cambios en la existencia o incluso la

demanda profesional de devenir analista. Todo análisis que sea digno

de este nombre no puede ser sino la puesta en cuestión de esta

demanda. En ese sentido todo análisis es un engaño en relación a la

demanda imaginaria y a la demanda adaptativa; el engaño del

síntoma, que por decirlo de alguna forma "pierde pie", pero también

en ese sentido engaño de la demanda profesional, profesionalista y

social de devenir analista.

Si todo análisis se produce necesariamente bajo demanda, en este

destino tan curioso de la demanda, el psicoanálisis bajo encargo es

un impedimento de inicio para el análisis. El encargo plantea un a

priori, una meta o una "representación-meta" como decía Freud, y se

convierte en algo mucho más difícil de poner en cuestión. El encargo

es exterior y proviene de un tercero.

 

Sabemos lo grave que es este problema en el psicoanálisis de niños

o de psicóticos; es el problema, también grave, de la terapéutica

cuando es controlada, patrocinada por una institución de seguridad

social.

 

He aquí el problema mayor del psicoanálisis llamado didáctico. Una

sociedad de analistas exige que uno le entregue un producto

terminado según sus propias normas, un producto controlado a

menudo en todos los estadios de la fabricación.

 

Yo no hablo más que de mi experiencia y de mi acción en Francia,

esta experiencia es doble: por una parte en la Asociación

Psicoanalítica de Francia (S.F.P.) y por la otra en la Universidad. En la

S.F.P. hemos suprimido totalmente el análisis didáctico y el título

mismo de didacta. El psicoanálisis personal se beneficia con una

extraterritorialidad absoluta, los candidatos no son examinados sino

después de su análisis y sin ningún prejuicio que concierna a su diván

de origen.

 

EL PSICOANALISIS EN LA UNIVERSIDAD Y LOS GRUPOS

PSICOANALITICOS

 

A posteriori podría considerar mi recorrido por la Universidad

(fundación de una instancia de investigación, enseñanza de la

investigación, creación de un doctorado de investigación en

psicoanálisis), como una suerte de contrapoder, de alternativa o

incluso de provocación en relación a la tentación hegemónica latente

en las sociedades de psicoanalistas.

 

Yo no hablo sino para Francia y en un momento dado. El doctorado

en psicoanálisis fue criticado en particular, en razón de su título se

decía que creaba una ambigüedad en relación a la práctica. Esto no

es así, la sola apertura profesional que propone es la apertura de

enseñanza y en ningún caso se abre sobre la práctica psicoanalítica.

Pero en esta crítica proveniente de las sociedades psicoanalíticas,

comprendida la mía, se puede percibir a menudo un elemento

proyectivo, la proyección de los propios deseos de ver la formación psicoanalítica oficializada, integrada al sistema social. Yo abro en esto

un paréntesis sobre la cuestión de saber si el psicoanálisis es incluso

una profesión. De todos modos, la Universidad tiene este valor

provocador que no otorga poder, es un lugar de discusión y

elaboración hecho de rigor, de libertad y de respeto. Las ideas no

devienen allí inmediatamente consignas clave para algo que se

asemeje a la política.

 

Esta suerte de apología de la Universidad no implica que los grupos

analíticos no tengan un rol específico mayor. El grupo psicoanalítico

da una garantía colectiva de la práctica, de la formación en el método

analítico y en la directiva de la transferencia. Un grupo analítico ideal

debería poder garantizar la "calidad" de sus miembros y su

"santidad". Esta santidad se encarna en lo que Freud llamaba la

"versagung", el rehusamiento de la adaptación, los consejos, la

manipulación y el saber impuesto. Por supuesto, hablo de la utopía,

porque este ideal es de hecho una revolución permanente. En cuanto

a la Universidad doy testimonio de una situación personal y de una

situación que puede cambiar. La Universidad es hoy un lugar

privilegiado para la investigación, un lugar de formación. Si ella está

aquí o allá conquistada por uno a otro grupo con una doctrina

psicoanalítica hegemónica, entonces la investigación analítica deberá

intentarse en otro lugar.

 

REALISMO DEL INCONCIENTE

 

Intentaré figurar, como yo digo, una cierta espiral, en la noción de

"realismo del inconciente" y correlativamente en la crítica del

estructuralismo freudiano y lacaniano. No puedo dar sino algunos

hitos. El primero es histórico, en lo que conocemos como el Coloquio

de Bonneval de 1969, donde presenté un trabajo redactado junto a

Serge Leclaire, en el cual yo realicé la parte teórica: "Sobre el

inconciente, un estudio psicoanalítico". La cuestión en el Coloquio

era: cuál es la realidad del inconciente. Freud habla a menudo de realidad psíquica, pero no llega nunca a definirla perfectamente, le falta

una categoría para pensarla en los dos extremos, la de la realidad

perceptiva por un lado, y la de la fantasía por el otro. De ahí lo que

ocurre en los más modernos pensadores de tendencias contrarias,

que desembocan en la negación de la realidad psíquica planteada por

Freud, pero no definida por él. Tenemos entonces la tendencia

femonenológica y la tendencia estructuralista.

El inconciente, dice la interpretación fenomenológica, es un

sentido, es un significado, su elucidación pasa por la antigua vía de la

hermenéutica. Podemos, bajo este rubro fenomenológico, ubicar a

Ricoeur, Politzer y actualmente, en los Estados Unidos, a Roy

Schaffer. En este tipo de interpretación se hace desaparecer la

presencia en un mismo acto -comportamiento o palabra- de dos

realidades en las nociones fundamentales del freudismo (conflicto,

síntoma, formación de compromiso).

 

En Freud son dos realidades las que están en juego, las que están

en lucha, en el síntoma y en el sueño; es decir: la realidad

preconciente-conciente de un lado y la realidad inconciente del otro.

 

En la formación del inconciente podemos hallar ambas tendencias:

aquella del yo y aquella de la pulsión inconciente. Esta pulsión

inconciente no es una vaga tendencia biológica y se concretiza en

representaciones precisas repetitivas, susceptibles de ser jalonadas

por el analista. Freud acerca esta realidad psíquica al fin de la

Interpretación de los sueños, en el momento en que es más conciente

de nuestros deseos remitidos a su expresión primera y más

verdadera. Pero él no dispone de más categorías que la realidad y la

fantasía.

 

LA TENTACION ESTRUCTURALISTA

 

Es aquí que interviene esta tentativa: la tentativa o la tentación

estructuralista. Para el estructuralismo esta realidad o tercera

realidad, este tercer dominio si queremos, es aquel de la estructura.

 

El estructuralismo en psicoanálisis no data de Lacan, data de Freud

mismo; en él podemos demostrar claramente su lugar al lado de otra

tendencia, lo vemos desarrollarse cada vez más a medida que la obra

freudiana avanza. En particular el Edipo y el Complejo de Castración

son concebidos como el nudo del inconciente, y son el modelo mismo

de estructura. Aquí aparece muy claramente la hipótesis de las

fantasías originarias; para Freud la estructura de la fantasía supera lo

individual: fantasía de seducción, de castración, de escena originaria,

impone las formas primordiales a la fantasía de cada uno. Hablo de

estructura superindividual en la medida en que Freud la remite a la

filogénesis, remitiendo la estructura a una realidad antigua, una

realidad prehistórica.

 

La forma lacaniana de estructuralismo está emparentada con la de

Freud pero implica diferencias importantes: remite la estructura universal no a la historia, a la diacronía, sino a la sincronía. Para

Freud lo superindividual es preindividual, es decir de lo originario

histórico; para Lacan, según su fórmula misma, lo superindividual es

del orden de lo transindividual y este transindividual remite a una

estructura sincrónica: la estructura de la comunicación y el lenguaje.

 

Es esto lo que él llama simbólico, que es un orden, una puesta en

orden donde los mandamientos últimos no son otra cosa que los

lugares de la palabra. Ustedes seguramente conocen bien su fórmula:

"el inconciente está estructurado como un lenguaje", fórmula a la

cual yo desde el comienzo me opuse. Es necesario entonces no

ignorar esto: el estructuralismo lacaniano encuentra su origen en

cierto estructuralismo freudiano. La castración, la primacía del falo, lo

que yo llamo una lógica fálica o una lógica binaria, están ya

ampliamente acentuados por Freud antes de ser asimilados en el

estructuralismo lacaniano a la estructuración binaria de toda

comunicación.

 

Pero felizmente Freud no es unívoco, esta falsa vía muestra

evidentemente vías colaterales que han sido descuidadas y que son

sin duda las buenas, aquellas vías que se le presentan a Freud mismo

en la experiencia clínica del inconciente. Recuerdo sus afirmaciones,

sin cesar renovadas, extraídas de la experiencia cotidiana de la cura:

"el inconciente no conoce la negación, dice sí por no y no por sí y

cuando dice sí o no sólo cuenta el contenido de lo que dice."Si no

conoce la negación: ¿cómo conocería entonces la castración que es el

modelo mismo de la negación? Otra fórmula de Freud también

extraída de la expericncia: "en el inconciente las emociones más

diversas, las emociones más opuestas, coexisten sin anularse ni

combinarse". Si las emociones más diversas no se combinan: ¿cómo

el inconciente podría conocer la estructura? y, en el fondo: ¿cómo el

inconciente podría conocer al Edipo como estructura?.

 

Contra Freud entonces hay que afirmar que ni la Castración

ni el Edipo son los nudos del inconciente. Contra Lacan hay

que afirmar que el inconciente no es lenguaje ni estructura.

 

Pero en Freud y en Lacan podemos encontrar también buenas

indicaciones. En Freud ese término absolutamente extraño de

"sachvorstellung", que no puede ser traducido si no de manera

ambigua, una ambigüedad que muestra un movimiento porque la

"sachvorstellung" es por una parte representación de cosa o de la

cosa pero por otra podemos comprenderla como representación cosa,

lo que nos indica que la representación deviene cosa en el momento mismo en que es reprimida, echada al inconciente; que deviene cosa

quiere decir que pierde relaciones con aquello que era lenguajero.

 

Entonces en Freud esta indicación de la representación cosa y en

Lacan la categoría de significante; subrayando por supuesto que no

fue Lacan quien inventó esta categoría, pero tuvo el gran mérito de

extraerla de Saussure y de Jakobson. El significante del inconciente

no es entonces lenguaje, son tanto significantes verbales como no

verbales pero han sufrido un extraño metabolismo. Lo esencial es que

cosa o palabra, han devenido representaciones cosa, han perdido su

intencionalidad, han devenido, como yo intenté formularlo,

signifï cantes designificados.

 

LA TEORIA DE LA SEDUCCION

 

La tercer categoría que falta en Freud no es entonces lo simbólico:

es el significante o el mensaje, lo que nos lleva a esta idea de que la

verdad del realismo del inconciente es la Teoría de la seducción en la

medida en que pone en primer plano y en el origen los mensajes del

otro. Esta prioridad del otro, que no es el Gran Otro ni el pequeño

otro, la encontramos en ciertas formulaciones de Freud, en la oposición

entre el otro, der andere, el otro persona, y das andere, la otra

cosa. La otra cosa, como la definió, es la alteridad absoluta en

nosotros del inconciente, lo que él habla en algunos textos sobre el

inconciente: el otro y nosotros.

 

La meta de la Teoría de la seducción es mostrar que esta "otra

cosa" extrae su origen de la "otra persona". De esta teoría las dos

categorías mayores son el significante enigmático, es decir el

mensaje del otro, y el objeto fuente. Los significantes enigmáticos

son esos mensajes del adulto, que son necesariamente impregnados

de inconciente en la relación al niño, mensajes que son implantados

pasivamente en el niño. El tiempo siguiente es el esfuerzo por

traducir esos mensajes, por simbolizarlos para domeñarlos. El

sedimento de este esfuerzo de traducción, ese resto no simbolizado,

designificado, es lo que yo llamo objeto fuente.

 

Nuestro motor, entonces, está en el otro, el motor de nuestra

existencia sexual está en el otro con estos dos aspectos: la otra

persona originaria, el otro adulto, por una parte, y por otra parte, la

otra cosa, que es la transposición de mensajes o su metabolito (el

resultado de la metabolización), fuente de la pulsión sexual en

nosotros.

Si el estructuralismo es una falsa vía en psicoanálisis, eso no

significa que no haya un lugar para reservarle a la estructura, en

particular a la estructura edípica y castratoria. Pero su lugar está en

lo secundario y no en lo primario o en lo originario. Así el miedo a la

castración, lejos de ser la última palabra de la angustia, es un modo

de elaboración y dominio de esta angustia. Del mismo modo el

Complejo de Edipo es una modalidad culturalmente variable que

permite estabilizar la relación al otro psíquico, es decir nuestra relación

al inconciente.

 

He sido tal vez un poco iconoclasta desalojando así al Complejo de

Castración y al Complejo de Edipo de la situación central, es esta la

ventaja de endurecer un poco los contornos y precisar mi

pensamiento. Gracias.

 

ALGUNAS PREGUNTAS

 

Rafael Paz: en primer lugar un agradecimiento al Doctor Laplanche

por sus palabras, cabría recordar aquí una frase de Ortega, que dijo

en una oportunidad que la claridad es la cortesía del filósofo y en

este sentido y en nuestro medio creo que tiene un valor de

mostración y un valor ejemplar importante.

 

Una primer pregunta para comenzar, y es: respecto de la

enseñanza del psicoanálisis en la Universidad, teniendo en cuenta que

los analistas no nos podemos sentir satisfechos por la sola apertura

intelectual a la problemática del inconciente, sino que la consumación

de esa experiencia intelectual lleva inexorablemente a una

interrogación respecto de la propia constitución subjetiva. ¿Cómo

evitar, en una transmisión universitaria, y en nuestro caso especial,

masiva, lo que podría ser un colosal efecto de seducción no

contenible en los marcos concretos de una experiencia analítica para

todos?

 

J.L.: Hablo evidentemente de una experiencia diferente de la que

se produce aquí, mi experiencia personal en la enseñanza es a nivel

de tesis de investigación. Sin embargo; no quiero escapar a su

pregunta, hay un efecto posible de seducción en la enseñanza y es un

punto de investigación central. La utilización de la transferencia en la

enseñanza es algo a denunciar fuertemente. Sin embargo, no

podemos contentarnos con lo que algunos analistas han dicho, y

Freud tal vez fue el primero: que no se puede hablar de psicoanálisis

con gente que no es analista. El análisis tiene un efecto en nuestra civilización moderna, en la vida de un hombre moderno es algo que

está a menudo en el horizonte de su existencia, incluso si él no está

en análisis en ese momento. Pienso entonces, que hay una especie

de terrorismo, de Freud en particular, al decir que usted no puede

hablar de psicoanálisis en tanto que usted no está en el diván.

 

Estudiante: Viendo que en la Argentina la hegemonía psicoanalítica

es lacaniana y que de usted, Doctor Laplanche, quizás conozcamos

un 10% de su producción. Esta hegemonía ¿tiene que ver con un

efecto de fascinación o es un paradigma ineludible?.

 

J.L.: Desgraciadamente yo no me siento como una víctima del

hegemonismo lacaniano y hasta el presente no ocurre así con mis

ideas. Para ser un poco más serio yo conozco muy bien a Lacan,

permanecí amigo de él hasta sus últimos días y tengo mucho respeto

por una cantidad de cosas que él ha dicho, pero también es cierto

que, teniendo muchos amigos entre los lacanianos no diría lo mismo

de todo el lacanismo.

 

Estudiante: Al pensar al Edipo como una modalidad con características

culturales, ¿está postulando que existen otras maneras

posibles de articulación de la Castración con el Edipo?

 

J.L.: Yo pienso que el unitarismo de la teoría del Edipo debe ser

revisado; hay distintos tipos de estructuración de la relación parental,

como los etnólogos lo muestran y pienso que en el desarrollo

estructuralista hay cosas que hay que retomar, que han sido

expulsadas demasiado rápidamente por los psicoanalistas.

Justamente, por el primado de Freud y el lugar que él le ha otorgado

al falo y al padre como pivote del Edipo. Por otra parte, aun sin hacer

ciencia ficción, uno está obligado a interrogarse sobre las nuevas

formas que están surgiendo en la relación adulto-niño y qué ocurrirá

con la constitución del sujeto humano en una sociedad en que la

familia pueda haber desaparecido totalmente.

 

Estudiante: Usted vuelve al Freud de la teoría traumática. ¿Cómo

hace entonces para dar cuenta de la constitución de un sujeto

neurótico, psicótico o perverso dejando de lado al Edipo y al Complejo

de Castración?

 

J.L.: No dejo de ningún modo de lado el Edipo ni el Complejo de

Castración. Les doy una posición diferente en el funcionamiento del

sujeto humano. Una función del lado de la elaboración y no una

función del lado de lo primario. Sin embargo, esto no quiere decir que

no sean importantes, yo no digo que el papel secundario sea por segundo lugar, sino secundario en el sentido de elaborativo, son

estructuras elaborativas.

 

S. Bleichmar: Secundario porque hablamos de la constitución del

inconciente. Nos ha dicho: hay un primer tiempo de instauración de

la pulsión, y la pulsión en su instauración se arranca de todo

biologismo, sobre la base del otro y del objeto fuente que se

constituye en el intercambio significante. Secundario quiere decir que

hay una elaboración secundaria, a posterior¡ , de todo esto y eso no

quiere decir que las instancias que Freud mismo llamó secundarias no

sean efecto del Edipo y de la Castración y, por supuesto, de la

identificación yoica.

 

Estudiante: Cuando dijo que la relación transferencia-enseñanza

era algo a denunciar, ¿en qué sentido pensaba usted esta relación?

 

J.L.: Pienso que uno de los escollos fundamentales de los analistas

es mezclar la función de "enseñante" con la de analista. Es increíble

cómo esta mezcolanza está extendida. Y como yo lo decía, existen los

mejores ejemplos de esto después de Freud y después de Lacan y no

sólo del lado de los lacanianos. Evidentemente la tentación de hacer

pasar las ideas a través del tratamiento psicoanalítico o incluso

reclutar pacientes entre los estudiantes es algo que se ve por

todos lados y es escandaloso.

 

Bueno, yo quisiera agradecerles a todos, podemos discutir aun más

ampliamente, quiero agradecer la gran atención que me han

demostrado y el gran interés de las múltiples cuestiones que ustedes

me han planteado. Les deseo a todos el mayor éxito en su trabajo y

en su investigación.