Venir después
“Hay días en los que me digo: los psicoanalistas en realidad no descubrieron gran cosa; sin Freud, sencillamente ni siquiera existirían. No solamente es su padre originario, el fundador de lo que no se atreven a llamar su ciencia –él no vacilaba- y el inventor de lo que no les gusta llamar su profesión –aunque sea lo que les da de comer. Freud es aquel cuyas huellas pisamos. Somos seguidores.
Y resulta que uno de esos días marcados por el desencanto de no ser más que un seguidor entre otros seguidores, oigo en la radio a una mujer, psicoanalista también, diciendo con serenidad: “Freud estaba animado por el descubrimiento del inconsciente y no solamente, como les ocurre a los analistas de hoy, de los inconscientes.” La fórmula cae en el lugar indicado. Me seduce, expresa constatación más que desencanto. Es verdad que la ambición no es la misma, es más limitada, pero persiste, sigue viva. Quizá, incluso, yendo al encuentro de los inconscientes en su singularidad, se acerca más a las personas y las neurosis en lo que cada una tiene de único.
Sin embargo pienso, como imagino que le pasa a todo analista –y me resulta muy desagradable- que todo lo que hago es adentrarme en caminos ya señalizados. Si nunca hubiera oído hablar de teorías sexuales infantiles o de escena originaria, de pulsión de muerte o de angustia de castración, sin duda lo único que podría hacer es ir a la deriva en un torrente de palabras e imágenes. Sí, pero, ¿y si lo que aprendí me impidiera oír? ¿Y si me aferrara a lo ya nombrado-identificado sólo por miedo a perderme? Una interpretación que surge de lo que sé y no de lo que me conmueve no es una interpretación.
No existe un comienzo primero. Freud mismo vino después. Las histéricas vienesas, Juanito, el hombre de las ratas, su propia neurosis, le enseñaron el psicoanálisis. En el campo que sea venimos siempre después y, sin embargo, indefinidamente, comenzamos. Cada análisis, sea cual fuere el número de años de nuestra práctica, es la primera vez.”
J.B.Pontalis